La cucaracha trasmite gérmenes patógenos que pueden permanecer viables en su cuerpo, tubo digestivo y excrementos durante días o semanas. La transmisión de gérmenes puede ocurrir por regurgitación de alimentos, por contacto con sus patas y alas, o por depósito de excrementos. La alternancia de hábitat de las cucarachas domésticas durante el día y la noche las convierte en insectos verdaderamente peligrosos como trasmisores de enfermedades. De día reposan en ambientes oscuros, húmedos y cálidos, tales como albañales, letrinas, cloacas, alcantarillas y pozos sépticos. De noche se desplazan activamente en almacenes, mercados, restaurantes y cocinas. Además se han encontrado en hospitales, donde probablemente actúan como vehículos de gérmenes patógenos entre los pacientes.
Entre las enfermedades causadas por bacterias presentes en el tubo digestivo o en la superficie externa de la cucaracha figuran diversos cuadros de disentería, gastroenteritis, diarrea, fiebre tifoidea, peste, gangrena y lepra.